CRUCIFIXIÓN DEL VIEJO HOMBRE

Durante mi vida pasada estuve inmerso en el moralismo, era una persona sumamente estricta con mis patrones de conducta. Consideraba la moral como un ingrediente vital para alcanzar la perfección del ser humano. Tal idea se fundamentaba en el supuesto conocimiento del hombre dado por la sicología y algunas enseñanzas esotéricas que leía. Así mismo, el conocimiento religioso transmitido a mi vida por mis dos abuelas me llevaba a leer la Biblia, de la cual tomaba algunas enseñanzas las cuales torcía en función de mis ideales. Como fruto del moralismo y de los rigurosos patrones de conductas a que me sometía, logré alcanzar normas externas de conductas que me presentaban como una buena persona, tanto a mi familia como con los demás. Obtuve numerosos logros académicos, los cuales inflaban mi orgullo, fortalecían mis bases doctrinales y me elevaban por encima de los demás, haciéndome creer sumamente diferente.

Durante todo ese tiempo de mi vida estuve en una constante aflicción, pues me planteaba metas dirigidas a eliminar mis errores que no podía alcanzar, llevándome a caer en la introspección. Esta situación me condujo a consultar con mayor frecuencia libros de conocimientos esotéricos, los cuales me guiaban a poner mi confianza en lo que ellos llaman el poder de la mente. Esta situación se mantuvo hasta que en diciembre de 1991 con la lectura y puesta en práctica del libro, Metafísica, cuatro en uno, mi alma cayó en la mayor aflicción de mi vida. Es en este contexto, cuando un compañero de la universidad, hermano de esta iglesia, nos invitó a otro compañero y a mí a visitar la iglesia, propuesta que acepté sin ninguna esperanza, ya que anteriormente había visto y visitado iglesias evangélicas cuya predicación en nada me edificaban.

Con mi primera visita a IBSJ, al escuchar la predicación de ese día, 12 de enero de 1992, todo mi ser entró en guerra contra la palabra predicada, la cual era completamente opuesta a mis doctrinas. Guiado por la curiosidad y el anhelo de encontrar la forma de justificar mis doctrinas continué asistiendo a la iglesia. Fue entonces cuando en abril del mismo año plugo a Dios darme luz para que viera la enorme perversión de mi corazón, capacitándome para creer en la obra de nuestro Señor Jesucristo en la cruz del calvario y llevarme cautivo a los pies de mi bendito Salvador. Desde entonces pude entender el estado de descomposición en que se encontraba mi alma y la magnitud de mi maldad delante de Dios, al no reconocerle como el único Dios todo poderoso, creador de los cielos y la tierra y al considerar la moral de una manera equivocada.

Considerar la enorme misericordia de Dios en mi vida es algo que me humilla grandemente, por lo que elevo mi voz al Altísimo para que cada día me ayude a crecer en la imagen y semejanza de mi bendito salvador Jesucristo de manera que pueda serle útil en la expansión de su reino, al mismo tiempo que oro por aquellos que conozco y que todavía están muertos en sus delitos y pecados, y de manera muy especial por la conversión de aquellos entre los cuales Dios me ha puesto vivir, que lo mismo que hizo conmigo, un miserable depravado, lo haga con ellos, conforme a su gracia y voluntad. Amén.

Wildo Enrique Ruiz Crespí.